La palabra retrato tiene su origen en el latín retractus, participio del verbo retrahere, siendo el significado de éste “hacer volver atrás” adquiriendo, además, el significado de reducir y abreviar para después revivir eso abreviado o reducido. Hoy día su utilización no ha variado ya que seguimos viendo los retratos como la representación de algo, generalmente conocido, que nos permite percibir aquello retratado como una reducción de una realidad capaz de hacernos revivir ciertas emociones y recuerdos.
Desde este punto de partida intento moverme más allá retratando
no un qué si no un cuándo. Mis garabatos entremezclados hablan
de una multitud de historias y momentos encerrados en un caos que casi los vuelve abstractos. En mi obra se confunden miedos, memorias, fantasías y realidades, de la misma forma que se confuden en la experiencia que tenemos de nuestra vida. Estas líneas de tinta deforman la desnudez de los cuerpos que protagonizan el encuadre de una historia que no sabe cuándo empieza y cuándo acaba, un desastroso retrato de un pedazo de vida. Los retratados están faltos de una identidad ya que tan sólo son actores de ese tiempo que se intenta retratar. Así, y juntos, bailan entre la memoria y el deseo de una historia sobre lo humano, en torno a una generalidad que saca lo mejor y peor de nosotros pero siempre con el humor y la nostalgia de los necios que buscan su hogar en un abrazo.